lunes, 2 de septiembre de 2013

Clara como la sangre

Sonaba el reloj sobre la ventana. Clara miraba por fuera nevar. Todas las noches, antes de dormir se sentaba frente a la ventana a ver la luna. La reconfortaba mirar aquella bola brillante y fría como un suave cojín de nieve.
Se levantó dejando la silla de nuevo en la esquina. Aún se oían voces en el salón escaleras abajo, legaba hasta allí el asfixiante olor a puro que se filtraba por la madera de las paredes como una espesa manó que quería atraparla. Clara corrió a escabullirse bajo las sabanas , tenía diez años, aún era tímida y vulnerable, cualidades que echaría de menos tiempo después. Se abrazó las piernas apoyándose en el cabecero murmurando una canción que soñó que le cantaba su madre desde entonces siempre que se sentía sola tarareaba esperando que alguien, fuera quien fuese viniese a rescatarla y se la llevara lejos. La repetía una y otra vez con convicción pero nunca sucedía, acababa durmiéndose y despertando de nuevo en su aclimatada jaula con sábanas de tercio pelo y muñecas de porcelana como única compañía.  A veces alguien subía, la miraba de arriba a abajo, la cambiaba los vestidos y la peinaba moviendo la cabeza a ambos lados con desaprobación y se marchaba dejando a Clara quieta, confusa y triste como el resto de muñecas de la habitación.
Un mal día, cuando ella cumplía trece años un señor trajeado entró bruscamente en su habitación. Olía a brandy y cigarrillos baratos y su cara enrojecida y babeante era simplemente repugnante. Cogió a Clara por un brazo y la arrastró fuera. Clara gemía molesta pero el hombre le hacía caso omiso arrastrándola halla donde iba.
Se detuvieron en una gran sala donde mas señores trajeados sentados en robustos sillones aterciopelados de colores rojizos bebían servidos por exuberantes mujeres desnudas
_ Aquí la traigo_ Dijo el hombre arrojándola al centro de la sala con tal excitación que desgarro su vestido dejando expuesto la mayor parte de su vulnerable y pálida piel.. Los hombres desde sus asientos sonreían satisfechos. Dos de ellos se levantaron, eran jóvenes, no mas de veinticinco años, cada hueco libre de sus manos estaba cubierto por extraños símbolos.
_¿Cuando podremos probar a esta preciosa muñequita?
Se acercaban rápido. Clara retrocedió hasta la pared. Podía oler el espantoso su espantoso perfume, podía ver el sudor y la saliva que resbalaba de sus horrendas bocas de sapo. No quería que la tocasen, temblaba con la sola idea de verse envuelta por esas manos como en un cepo para animales.
Intento correr lejos pero no había donde huir.
_Tranquila, no te haremos daño. Solo queremos disfrutar de tu compañía _ Decían tras ella como si fueran su sombra pero Clara sabia que no sería así, que la llevarían a una de esas habitaciones en las que no tenia permitido entrar y la romperían y en el momento en el que la rompiesen dejaría de tener valor. Como también sabía que nadie se iba a molestar en librarla de ese tormento.
Y así fue, aquellos hombres se la llevaron a empujones a una habitación y allí sin molestarse en desvestirla, la tumbaron , la sujetaron y la gozaron por turnos. Ella solo cerraba los ojos con fuerza e intentaba hacer lo mismo con sus oídos para no escuchar esos jadeos pesados sobre ella y sus propios gritos de dolor y angustia. Notaba como la atravesaban con barras duras y calientes, como se desgarraban sus ropas y la mitad inferior de su cuerpo y aquello parecía no terminar nunca.
Aquella aciaga noche Clara no durmió, no podía estando rodeada de aquellos seres pensando en lo que la hicieron y estarían dispuestos a hacerla después.
Aun le dolía y no podía parar de llorar.Odiaba tanto que sintió que ese odio era lo único que importaba y cogiendo un abrecartas del escritorio de en frente apuñaló en la tripa a cada uno de sus torturadores varias veces. La sangre lo cubría todo y el color iba desapareciendo poco a poco de sus caras pero Clara solo podía sonreír. Se incorporó con renovadas fuerzas, rebosante de ira y sin miedo esa noche durmió al cobijo de la chimenea nada mas se oculto la luna.

Puta imbécil

No podía dormir, mi mente estaba bacía.
Era una perdedora como la mayoría de las de aquí. Tomando drogas desde que era niña hasta que una mañana mi cerebro y con el mis entrañas. Ya no distinguía lo que era líquido o solido en aquel mejunje que atascaba el retrete. Sudaba mucho y lo veía todo borroso, creo que mezclé demasiadas mierdas ese día.
Al rato todo se volvió oscuro, creo que me desmalle porque desperté en el hospital y mi madre me miraba directamente a los ojos como hacía tiempo que no hacia. Vestía un horrendo abrigo de piel y muchas joyas. Se ve que su nuevo marido la trataba bien.
Estuvo hablándome largo rato sobre los problemas que causaba. Yo le dije que solo seguía su ejemplo y en respuesta me pegó una bofetada y desapareció de mi vida de nuevo.
A los pocos días cuando ya había sudado y meado todo lo que tenía dentro me llevaron a un centro de desintoxicación. La gente allí era maja, todos medio muertos, yo incluida, unos putos zombis. De vez en cuando me daban un par de pastillas y el resto del tiempo nos mantenían encerrados. Fue un autentico infierno. Uno de esos horribles días mientras echaba la bilis que me quedaba en un cubo pensé en Asli,lo mucho que la echaba de menos antes de que todo se fuese a la mierda. Ella era una verdadera amiga de esas con las que practicar buen sexo oral cuando estas de bajón o tienes problemas. Imaginé que estaría chupándosela a hombres casados por algo de coca o crack después de todo era su especialidad. Podía hacer que una tía se corriese en cinco minutos y si estaba sin ganas el pircin de su lengua hacía el trabajo.
La conocí en el internado al que me llevaba mi madre cuando quería desacerse de mi. Ella era una prometedora chica obsesionada con encontrar novio, poco que ver con la mujer en la que la convertí sin quererlo. Ella fue mi primer amor. Dormíamos en el mismo cuarto, era la única persona realmente amable de todo aquel vertedero y yo era una persona sensible e ingenua. Un día se acercó a mi y me preguntó como era besar a un chico, yo que tenía algo de experiencia le conteste que era áspero y húmedo como una babosa peluda, ella se rió y mordiéndose el labio me preguntó si podía probar conmigo. Yo que pensaba que estaba de broma te dije que si. Entonces me besó y noté como si la mas dulce y suave nube de azúcar se posase en mis labios. Nos separamos lentamente y nos miramos. 
Desde entonces nos besábamos cuando podíamos, cada vez mas intensamente hasta que un día ya nos bastó con eso. Se ve que lo hice bien porque Asli le cogió el gusto al tema y entonces , como dos idiotas pretendiendo estar enamoradas, el mundo se nos quedó pequeño y escapamos de aquella escuela para borregos para vivir nuestro amor en libertad. 
Pasamos de un hogar a otro durante meses hasta que Asli encontró una manera gratificante de ganarse la vida. Un señor mayor, de unos cincuenta, la invitó a subirse a su coche sin que este se moviera y tras un buen rato volvió con un olor extraño y doscientos pavos en el bolsillo. Dijo que nunca se lo había pasado tan bien.
Discutíamos mucho sobre su trabajo pero no podía hacer nada, era ella la que traía el dinero que me mantenía cuerda y en un relativo buen estado. Un día tuvimos una pelea terrible porque me moría de celos de que media ciudad estuviese haciendo lo que en principio era mi trabajo así que cojí su dinero y me largué en busca de otra chica como ella a la que pagar por sus servicios. La cosa no cuajo pero a cambio ese día descubrí las drogas y todos los problemas parecieron esfumarse, incluso conseguimos un pequeño apartamento, un casa abandonada llena de yonkis demasiado débiles como para intentar violarnos, y un colchón en el que dormir apretaditas. Era como una luna de miel. El tipo que me dio el material me dio trabajo distribuyéndolo y Asli estaba tan ocupada poniéndose ciega que no volvió a coger mas clientes. Pero entre risas picos y rallas a penas comíamos, la gente moría a nuestro al rededor  el dinero se esfumaba como la ceniza sin que nos diésemos cuenta.
Asli tuvo que volver a trabajar pero a penas tenía clientes porque rara vez querían tirarse a alguien tan perjiducada. Hasta a mi me daba asco, eso porque no tenía valor para mirarme al espejo. Lloraba casi todo el tiempo y yo me canse de intentar consolarla así que se acabó cansando de mí y se largo en el primer coche que la dejo entrar para no volver. Cuando llegue a darme cuanta de lo hecha mierda que estaba volví a casa a pedir asilo pero debido a la calurosa bienvenida intente suicidarme, sin explicarme como no había muerto hasta ahora, con la mierda que me quedaba sin vender y el minibar que sabía que mi madre escondía en el baño. Y así fue como acabé en ese demencial lugar. 
Asli al menos había llegado a ser una ninfomana drogadicta pero yo no había dejado de ser nada mas que una imbécil que rompía todo lo que tocaba. 
Cuando al fin estuve limpia tenía dieciocho años, pesaba cuarenta kilos , medía uno cincuenta, tenía n par de cicatrices en las muñecas y unas ojeras marcadas de por vida
Estaba sola, sin dinero y no tenía a donde ir. Anduve buscando a algunos amigos que creía tener pro nada.
Así que en poco tiempo ya estaba borracha perdida pidiendo dinero para el siguiente litro.
Un chaval, al que acosé, se negó a darme pasta así que usé todos los medios a mi alcance para dejarlo medio muerto. Vomité al salir corriendo de la horrible escena y me pillaron unos polis que andaban por ahí.
En mi defensa alegue que no había tenido oportunidad de vivir de otra manera pero aun así me cayeron un puñado de años.
La cárcel era tan jodida como la vida fuera, algunas cosas mas fáciles y otras mas difíciles pero básicamente lo mismo. Para aquellos culos llenos de grasa y mujeres con complejo de espartano yo era un blanco fácil pero supuse que me las arreglaría con lo que había sacado de la calle. No imagine que esas perras pueden morder mas de una vez

Noche de oscuro sentimiento

Aquí estoy como una idiota tumbada en la cama muriendome de rabia por todo, por no poder ser agradable con los que me quieren y por querer que aun asi otros lo hagan...
Me dan ganas de cojer un cuchillo de la cocina y abrirme en canal para apestar a todo con el pertubador hedor de mi interior...
Quiero morir, a veces no se porque, todo me sabe a poco, me resulto poca cosa pero después de todo solo soy un animal que corre, busca, husmea, devora, desagarra y destroza cuanto ve, ávido de sangre en busca de algo, alguien que le haga parar que le diga que todo esta bien, que le acaricia detrás de las orejas y consiga que se duerma y pare de sufrir que mire a sus ojos y vea amor y no odio...
Hace unos días que conocí a alguien. De esas veces que te desborda un ataque momentáneo de confianza y quieres resultar agradable a la gente, pero esta vez ya me había fijado. Ella tenía un cuerpo esbelto el pelo corto y enrebujado y la mirada de yonki tierna de color del hielo derretido. Me acerqué a ella confiada en que le caería bien pero una fuerza inexplicable me arrrastró de nuevo a la miseria y tuve que soportar como tonteaba con su amiga el resto de la noche, después de todo yo solo era una niña para ella, no entendía las cosas, no veía mas halla de mis narices. En fin solo me ofrecían condescendencia como siempre. Después de toda la noche soportando el vomitivo amor de mi al rededor fuimos a tomar un café y allí todo se volvió mas cómodo. Se dieron cuenta que no era solo una cría que tenía una vida, una pequeña historia que contar. Les resulté interesante y eso me alivió. Después nos dio por hablar de miradas y pensé que esa era mi oportunidad de destapar un poco lo que sentía por esa chica. La miré directamente a los ojos y le pregunté que que veía en ellos... Ella me contesto que eran turbios.