A veces pienso que la gente es idiota y acabo cayendo en la cuenta tarde o temprano de que la idiota soy yo. No se puede ser perfecto, menos en este mundo en el que la opiniones y la moralidad tienen infinitas variantes igual de nocivas para unos y otros. La gente te trata mal para sentirse mejor y no te importa porque sabes que tu también lo haces, que es el circulo vicioso de la vida que todo lo destruye y nos deja vacíos y solo nos queda aferrarnos a cualquier personaje ficticio que tenga una vida mejor ¿Quien no ha soñado con que es un héroe vengador cuyo único problemas es matar a seres, supuestamente malvados y sin cerebro para dejar de serlo que amenazan la vida de otros? Así todo sería mucho mas sencillo, simplemente alimentar la fantasía, crear un universo al rededor de esa idea para que las piezas sueltas encajen. Suspirar y sentirte orgulloso de ser el salvador de esas débiles mentes que no pueden imaginar nada mejor para sus vidas, ser fuertes y salvarse solas, sin saber que ellos se ríen de ti por pensar que tu estas haciendo algo por ellos al salvarlos de que se salven por ellos mismos.
La vida es un cúmulo de experiencias libremente interpretables. Si te resulta agradable o conveniente algo lo tomas como tu seña de identidad hasta que algo sea mejor o mas aceptado o hasta que no aguantes mas y debas seguir el rebaño que tan lejos esta de ti en la meta. Somos parásitos arrasando acontecimientos, haciéndolos propios, ponemos en boca de la gente palabras que nunca han dicho, no burlamos de sus errores, capturamos y modificamos esencias para diferentes momentos y las movemos de un lado a otro buscando la colocación perfecta de nuestro mundo perfecto.
Delirios e historias hasta que aprenda a poner la tabla desplegable de selecciones
martes, 10 de septiembre de 2013
Delirios de desconfianza
Hoy es una noche rara lena de oscuras ansias de violencia y profunda decepción. Últimamente he tenido sueños, sueños de esos que hacen que te despiertes con sudor frío cada mañana deseando no haberte dormido. No era pesadillas corrientes y no siempre yo estaba implicada.
Hace algunas noches sobre las 3 de la madrugada después de despedirme de uno de mis mejores amigos con los que antes mantenía una relación mas placentera sexualmente y habiendo perdido la esperanza de que ello volviese a ocurrir cerré mis ojos y me encontré en una especie de edificio con muchas plantas y habitaciones en el cual podías encontrar cualquier cosa. En el ví a viejos conocidos prestándome ropa como intentando ser amables y dinero que aparecía de la nada. Hasta ahora nada relevante pero entonces abrí una puerta y ahí estaba El tumbado en la cama aún vestido mirando aburrido el suelo. Me acerque a ver lo que estaba mirando y entonces vi a un hombre gordo y moreno, vestía uniforme de albañil y sangraba, su sangre cubría todo el suelo y sus ojos ya a penas tenían color. No conocía a ese hombre de nada pero no podía dejar de mirar como se desangraba sin hacer nada. Entonces El se levantó de la cama y sacó un pistola de debajo del colchón y apuntó a la cabeza de ese hombre moribundo. Iba a apretar el gatillo pero le detuve. Le detuve pero no para que no lo matase, es como si su muerte fuese imposible de evitar, si no para que usase la almohada como silenciador y el resto del edificio no escuchase los disparos. Disparó y el disparó me sentó como un puñetazo en las tripas. La cara de aquel hombre desconocido estaba desfigurada y esparcida por el suelo de la habitación. Notaba el olor a pesar de ser un sueño y aún lo recuerdo y me da nauseas de toda esa carne abierta encima de su garganta rezumando sangre. El bajo de la cama y entonces sonó una sirena, nos íbamos de excursión. Yo, que en el sueño permanecía impasible sabía que si teníamos que deshacernos del cuerpo así que lo cubrí con toallas y El se lo cargó como si se tratase de una gran mochila sonriéndome con esa cara tierna de niño. Discutimos sobre que hacer con él y terminamos por quemarlo en un almacén abandonado. Ninguno de nosotros iría a la cárcel, ninguno pagaría por lo que habíamos echo. Y yo no podía dejar de mirarle a El y a la persona en que me había convertido. Mis manos estaban manchadas de sangre, y mi ropa. Yo no mostraba ninguna emoción pero el sonreía, se divertía viendo como sufría la persona que fuera de allí se cubría bajo las sabanas deseando despertar.
Hace algunas noches sobre las 3 de la madrugada después de despedirme de uno de mis mejores amigos con los que antes mantenía una relación mas placentera sexualmente y habiendo perdido la esperanza de que ello volviese a ocurrir cerré mis ojos y me encontré en una especie de edificio con muchas plantas y habitaciones en el cual podías encontrar cualquier cosa. En el ví a viejos conocidos prestándome ropa como intentando ser amables y dinero que aparecía de la nada. Hasta ahora nada relevante pero entonces abrí una puerta y ahí estaba El tumbado en la cama aún vestido mirando aburrido el suelo. Me acerque a ver lo que estaba mirando y entonces vi a un hombre gordo y moreno, vestía uniforme de albañil y sangraba, su sangre cubría todo el suelo y sus ojos ya a penas tenían color. No conocía a ese hombre de nada pero no podía dejar de mirar como se desangraba sin hacer nada. Entonces El se levantó de la cama y sacó un pistola de debajo del colchón y apuntó a la cabeza de ese hombre moribundo. Iba a apretar el gatillo pero le detuve. Le detuve pero no para que no lo matase, es como si su muerte fuese imposible de evitar, si no para que usase la almohada como silenciador y el resto del edificio no escuchase los disparos. Disparó y el disparó me sentó como un puñetazo en las tripas. La cara de aquel hombre desconocido estaba desfigurada y esparcida por el suelo de la habitación. Notaba el olor a pesar de ser un sueño y aún lo recuerdo y me da nauseas de toda esa carne abierta encima de su garganta rezumando sangre. El bajo de la cama y entonces sonó una sirena, nos íbamos de excursión. Yo, que en el sueño permanecía impasible sabía que si teníamos que deshacernos del cuerpo así que lo cubrí con toallas y El se lo cargó como si se tratase de una gran mochila sonriéndome con esa cara tierna de niño. Discutimos sobre que hacer con él y terminamos por quemarlo en un almacén abandonado. Ninguno de nosotros iría a la cárcel, ninguno pagaría por lo que habíamos echo. Y yo no podía dejar de mirarle a El y a la persona en que me había convertido. Mis manos estaban manchadas de sangre, y mi ropa. Yo no mostraba ninguna emoción pero el sonreía, se divertía viendo como sufría la persona que fuera de allí se cubría bajo las sabanas deseando despertar.
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