El infierno es un lugar lleno de putas y cabrones. Los líquidos
que te consumen son lúbricos y las ansias se tornan a la locura. Un grupo de demonios,
cuyo semblante es lo más horrendo que en tus pesadillas pueda habitar, violan
brutalmente a los hombres de provecho que pensaron que viviendo de un dogma huirían
de sus pecados. Con sus poyas de ácido les revientan el ojal que mientras
sangra cicatriza para luego echarle sal. Y de su semen hacen un río donde se
bañan las súcubos hambrientas de sus fluidos que a las mujeres devoraran hasta que pierden el sentido con los coños
humeantes rezumando los placeres de su destino que siempre insatisfechas buscan
hasta caer de nuevo en el olvido. Y bajando por este río están los que tornaban
del averno un paraíso que para ellos por ignorantes les espera el peor castigo
y beben y beben de la sustancia mientras las arpías les azotan es su parte
genital. Cuando el dolor se la arranca le crecen dos más ansiando correrse como
un volcán que nunca podrá erupcionar. No hay paz para ninguno que de lujuria
desesperada arañan la roca hasta quedarse sin manos sin cuerpo sin boca que no
son más que almas rotas que por jilipoyas ahora están condenadas a vivir en la
derrota.