martes, 12 de noviembre de 2013

Que todo de largo nos pueda pasar

Y te miro y mi ronca voz no sale
mi miedo  me invade
indefensa me acurruco en mi pedestal
si tan solo pudiera alargar el brazo
coger lo que quiera
quisiera gritar
arrancarme esta piel falsa
que cada día pesa más
Volar por el cielo
mirar hacia el suelo
pisar esos males que no me dejan en paz
Coger tu mano
salgamos corriendo
tu me sonreías y yo estaba igual
Sin tener miedo
emprendamos nuestro vuelo
hacia la libertad
Y fuera el dolor
fuera las penas
que duerman, que mueran´
enterradas por mi dignidad
Que se rompa mi orgullo
y te deje entrar
llevate la ira, e dolor y la rabia
y que todo de largo nos pueda pasar

Mi mundo depravado

Era una mañana oscura de invierno y yo caminaba por la calle sin ganas de nada. Las personas a mi al rededor conversaban animadamente sobre temas triviales, sonreían , lamían sus dientes y relajaban sus músculos, un paso detrás de otro. luego reían y veía como se alejaban por cada lado de la calle.
Era navidad y todo se impregnaba de esa empalagosa magia familiar. Hacía tiempo que había dejado a mi familia atrás para vivir en la gran ciudad, lejos de mi pueblo natal, el ambiente risueño y rural nunca me acabó de gustar. Me convencía a mi misma de que no lo echaba de menos y seguía adelante, después de todo a mis padres nunca les sentó bien que yo fuera "diferente" a las niñas y chicas de  mi edad.
Esa mañana había quedado con mi amigo Antonio que me presentaría a su nueva novia en unos de esos cafés que solíamos frecuentar, impregnados de sueños y esperanzas de juventud que con el paso del tiempo no se llegaron a cumplir simplemente porque perdimos el interés en ello.
Cuando nos conocimos el salía con una dulce mujer de cabellos dorados y ojos tiernos. Nos volvimos íntimas enseguida. Ella producía en mi sensaciones que sería incapaz de describir. Pero Antonio no fue capaz de aceptar que alguien pudiese amarlo de verdad y al no comprendedlo dejó escapar al más brillante ángel de los cielos. Después de eso ella y yo perdimos el contacto. Nunca se lo recriminé después de todo el y yo éramos parecidos en ese aspecto.
Llegué cuarto de hora tarde a nuestra cita. Ellos ya estaban sentados en una de las mesas del fondo cerca de los lavabos. No había mucha gente. Se escuchaba una tenue música rock salida de un viejo radio casete e imperaba un reconfortante olor a café, fritanga y humanidad en general.
Antonio me saludó desde la mesa y me invito a sentarme con ellos. La mujer a su lado que parecía sacada de una revista porno, esos ojos felinos y ese cuerpo escultural del que se duda de su autenticidad, no dejaba de mirarlo con lascivia evidente. Solo su presencia me ponía tensa.
Vestía un vestido verde ajustado con un más que visible escote que era acentuado gracias a los mechones de cabello pelirrojo que le caían a ambos lados de sus senos. Ella se llamaba Crystal y era americana, fue lo poco que Antonio me pudo contar sin dar un respingo por las caricias que su amante le proporcionaba por debajo de la mesa.
Antonio se levantó nervioso y se fue precipitadamente al baño dejándome a solas con la mujer de pelo rojizo. Ella se paró un momento mirándome de arriba a abajo. Su mirada me quemaba. Se levantó despacio y se dirigió hacia el baño. Sus caderas se contoneaban a un lado y a otro, no podía dejar de mirarla. Se paró  un momento en la puerta como esperando a que la siguiera y sin más entró.
No se muy bien porque me dio por seguirla ¿curiosidad o un simple impulso sexual? no lo se. Cometo tantas estupideces en mi vida que ya nada me parece para tanto como para no hacerlo.
La puerta del baño conducía a un pequeño corredor con dos puertas: una para mujeres y otra para hombre. Entreabrí la puerta del de hombres y observé incapaz de escapar del hechizo.
Crystal desabrochaba con maestría la cremallera del pantalones de su amante y metía la mano por dentro. Bastaron un par de toques más para que el chico estuviese tieso y listo para su cometido. Entonces Crystal se relamió y se sentó sobre los lavabos abriendo bien las piernas. No llevaba ropa interior.
Noté como ella dirigía la mirada directamente hacia donde yo me encontraba. Su manera tan lasciva de mirarme me hacía sudar.
Me quedé inmóvil durante bastante tiempo viendo como mi amigo sucedía embestidas sobre el sexo de su joven amante que no había dejado un segundo de mirarme, atrayéndome, queriendo encontrar algo oculto. Yo ya estaba muy húmeda y el calor reinante no dejaba de subir. Antonio paró de repente extasiado acabando dentro de Crystal. Ella no estaba satisfecha y no disimuló un ápice con cara de desilusión bajo de la mesa y se arrodillo frente a mi amigo chupándole el miembro hasta que volvió a estar listo. Ya había visto suficiente.
Pagué la cuenta y me marché. Era consciente de que no vería a Antonio en mucho tiempo, con esa novia ¿quien podría culparle? Llegue a casa con una única idea en mente. Era domingo ¿Que otra cosa iba a hacer si no? Me tiré en la silla de mi escritorio y busque pornografía en el ordenador. Era ya casi un ritual.
Los rostros y los gemidos me excitaban pero en cuanto el hombre acababa sobre las actrices sentía tal aversión que me deban nauseas. Tonteando encontré un par de vídeos que decían ser de contenido lésbico, me animé a probar. Los vídeos empezaron a encenderme de verdad  trasladé mis operaciones a la cama donde estaría más cómoda. Me encantaba notar en mis dedos como mi ropa interior se mojaba cada vez más y cuando creía que ya era suficiente acariciaba mi clítoris en círculos hasta que una descarga eléctrica me subía de los pies a la cabeza y si seguía tocándome dolía. Esperaba cinco minutos y podía repetir la operación tantas veces como quisiera hasta caer rendida.
En mi mundo depravado no existía el hambre, ni el dolor, solo el placer, la humedad y finalmente el dulce sueño que precedía a otra mañana igual a la anterior.
Y así pasé la Noche Buena masturbándome viendo como mujeres hacían el amor. Nadie me reclamó, nadie llamó y al final de la noche, sudorosa y escocida, me sentía sola. Solo esperaba que alguien llegase, me abrazase por la espalda, se pegase bien a mi calentando mi frío corazón sacándome de mi mundo depravado donde solo existía yo.


Querida Julia:

Te escribo esto con la esperanza y la certeza de que esto nunca llegara a tus manos.
 No se como narrar todos estos acontecimientos sin parecer cursi o frívola, últimamente la sinceridad no es mi punto fuerte, menos conmigo misma, con todo y con eso quiero decirte:
 La tarde que pasamos juntas fue muy extraña. Yo creía que seria una vulgar excursión paterno filial para fortalecer unos lazos que hace mucho que desaparecieron pero no, tu estabas ahí, una completa desconocida vestida con una especie de quimono que se sentaba a mi lado en la parte de atrás del coche. Hablamos sobre trivialidades, te confieso que al principio no llamaste mi atención pero notaba que nos entendíamos de una manera totalmente inocente, gustos similares y cosas así. Era muy cómodo hablar contigo pero como aún estaba la barrera del desconocimiento pronto me quedé sin temas de conversación y el viaje era largo. Tu querías dormir y opte por aprobar la moción y unirme. No recuerdo muy bien quien dijo que ni si tu me te ofreciste ni si yo te lo pedí pero acabé durmiendo sobre tu hombro y era sorprendentemente cómodo. Me sacabas la altura perfecta como para que mi cabeza se acoplara a tu omóplato, creo que practicabas algún deporte ahora no recuerdo cual.
Olías dulce como todas las mujeres, pero tu olor no era pegajoso y atrayente como el de la mayoría, era más como algo cotidiano, algo sencillo y sin maldad, me sentía a gusto.
Trascurridos ya barios kilómetros de viaje tuve un sueño que aún recuerdo con claridad y que fue el desencadenante de que aún siga pensando en ti.
Yo seguía sobre tu hombro pero no estaba dormida tu te girabas hacia a mi y me sonreías, yo te devolvía la sonrisa. Nuestros rostros estaban peligrosamente cerca, tanto que podía sentir el calor de tu aliento en mis labios que se acercaban instintivamente a los tuyos. Nos besábamos y no necesitaba nada más todo estaba bien con eso. Entonces me desperté habíamos llegado a Madrid. Tu me sonreíste y yo me aparté de inmediato, estaba aterrada. No me podía explicar como alguien que a penas me había llamado la atención mas que como una gran amiga se hubiera podido colar tan rápido en mis sueños sin que yo quisiera.
Tenía la cabeza echa un lió pero opte por disimular y hacer como si eso solo fuera un delirio mas de mi novelesca imaginación de adolescente.
Llegamos a la feria y yo estaba entusiasmada, tu no tanto intenté averiguar porqué pero no me diste ninguna pista. Anduvimos por ahí hasta que me gasté los ahorros en cómics y ya o merecía la pena seguir para no poder comprar nada. Tocaba comer y estábamos todos juntos: mi padre, tu madre, Paz, tu y yo.
No había vuelto a pensar en el sueño y era yo misma. Mi padre y tu madre se fueron a dar una vuelta dejándonos solas con Paz que dormitaba, seguimos hablando y nos íbamos acercando. Me tomé algunas licencias haciéndote cosquillas y cosas por el estilo, por una vez sabía que no tenía porque pedir perdón ni permiso. Acabé de espaldas apoyada en tu pecho, tu respiración me hacía cosquillas en la nuca pero no estaba dispuesta a apartarme, estaba en mi nube. Estaba convencida que eras hetero y no me importaba, creo que tu pensabas lo mismo de mi.
El resto de la tarde simplemente lo pasamos bien, tu estabas dispuesta a seguirme en mis locuras y yo en las tullas, rompiendo vasos para hacer flores y potingues con hierva y agua, odiseas buscando un baño y agua para refrescarnos, hacer nieve con papelitos y un secador. Solo cuando llegaron tus amigos te perdí un poco, me sentía fuera de lugar pero no duró mucho. Nos hicimos fotos que nunca llegué a ver y en el museo te noté distante, ya era hora de dejarte en paz.
De vuelta a casa ya sentía que te conocía de todo la vida, seguías en estado apático pero yo me canse de ignorarte y intenté animarte, escuché música contigo y no se muy bien como  acabé rascándote la cabecita, te gustaba así que seguí hasta que tu te apoyaste en mis piernas para estar más cómoda. Todo el viaje estuve acariciándote sin parar, perdiendo la noción del tiempo, quería estar así para siempre porque sabía que en cuanto me bajase de ese coche no te volvería a ver.
Nos despedimos cortesmente pero sin tristeza, te pedía alguna manera de mantener el contacto y me marché escaleras arriba corriendo nada mas desapareciste por la carretera.
 Mi padre ni se olía porque estaba tan feliz. Me metí en el baño y me desnudé, tenía muy claro lo que iba a hacer y por una vez en mi vida no me sentía mal por ello. En la ducha me masturbé pensando en tí fue increíblemente intenso y sincero, no daré mas detalles porque suena soez, pero fue mi manera de despedir mi cuerpo de ti, te toda esa ternura que nunca más iba a sentir. Volví a soñar contigo, esta vez no cosas tan inocentes, estaba desesperada por volver a verte cuanto antes, sabía que nada de lo que había soñado iba a suceder pero no lo necesitaba solo quería volver a verte sin intentar nada, solo estar contigo. Más investigue y vi que en tu vida ya había alguien muy importante para ti, una mujer, aquella revelación me destrozó y decidí desterrarte al lugar mas recóndito de mi memoria.
No podía olvidarte y se me encendía el corazón cada vez que cruzábamos dos palabras en el chat.
Hoy ya ha pasado medio año desde todo aquello y sigo queriendo verte aunque sea solo para cerciorarme de que lo que sentía era cierto o solo una mera ilusión.