Sonaba el reloj sobre la ventana. Clara miraba por fuera nevar. Todas las noches, antes de dormir se sentaba frente a la ventana a ver la luna. La reconfortaba mirar aquella bola brillante y fría como un suave cojín de nieve.
Se levantó dejando la silla de nuevo en la esquina. Aún se oían voces en el salón escaleras abajo, legaba hasta allí el asfixiante olor a puro que se filtraba por la madera de las paredes como una espesa manó que quería atraparla. Clara corrió a escabullirse bajo las sabanas , tenía diez años, aún era tímida y vulnerable, cualidades que echaría de menos tiempo después. Se abrazó las piernas apoyándose en el cabecero murmurando una canción que soñó que le cantaba su madre desde entonces siempre que se sentía sola tarareaba esperando que alguien, fuera quien fuese viniese a rescatarla y se la llevara lejos. La repetía una y otra vez con convicción pero nunca sucedía, acababa durmiéndose y despertando de nuevo en su aclimatada jaula con sábanas de tercio pelo y muñecas de porcelana como única compañía. A veces alguien subía, la miraba de arriba a abajo, la cambiaba los vestidos y la peinaba moviendo la cabeza a ambos lados con desaprobación y se marchaba dejando a Clara quieta, confusa y triste como el resto de muñecas de la habitación.
Un mal día, cuando ella cumplía trece años un señor trajeado entró bruscamente en su habitación. Olía a brandy y cigarrillos baratos y su cara enrojecida y babeante era simplemente repugnante. Cogió a Clara por un brazo y la arrastró fuera. Clara gemía molesta pero el hombre le hacía caso omiso arrastrándola halla donde iba.
Se detuvieron en una gran sala donde mas señores trajeados sentados en robustos sillones aterciopelados de colores rojizos bebían servidos por exuberantes mujeres desnudas
_ Aquí la traigo_ Dijo el hombre arrojándola al centro de la sala con tal excitación que desgarro su vestido dejando expuesto la mayor parte de su vulnerable y pálida piel.. Los hombres desde sus asientos sonreían satisfechos. Dos de ellos se levantaron, eran jóvenes, no mas de veinticinco años, cada hueco libre de sus manos estaba cubierto por extraños símbolos.
_¿Cuando podremos probar a esta preciosa muñequita?
Se acercaban rápido. Clara retrocedió hasta la pared. Podía oler el espantoso su espantoso perfume, podía ver el sudor y la saliva que resbalaba de sus horrendas bocas de sapo. No quería que la tocasen, temblaba con la sola idea de verse envuelta por esas manos como en un cepo para animales.
Intento correr lejos pero no había donde huir.
_Tranquila, no te haremos daño. Solo queremos disfrutar de tu compañía _ Decían tras ella como si fueran su sombra pero Clara sabia que no sería así, que la llevarían a una de esas habitaciones en las que no tenia permitido entrar y la romperían y en el momento en el que la rompiesen dejaría de tener valor. Como también sabía que nadie se iba a molestar en librarla de ese tormento.
Y así fue, aquellos hombres se la llevaron a empujones a una habitación y allí sin molestarse en desvestirla, la tumbaron , la sujetaron y la gozaron por turnos. Ella solo cerraba los ojos con fuerza e intentaba hacer lo mismo con sus oídos para no escuchar esos jadeos pesados sobre ella y sus propios gritos de dolor y angustia. Notaba como la atravesaban con barras duras y calientes, como se desgarraban sus ropas y la mitad inferior de su cuerpo y aquello parecía no terminar nunca.
Aquella aciaga noche Clara no durmió, no podía estando rodeada de aquellos seres pensando en lo que la hicieron y estarían dispuestos a hacerla después.
Aun le dolía y no podía parar de llorar.Odiaba tanto que sintió que ese odio era lo único que importaba y cogiendo un abrecartas del escritorio de en frente apuñaló en la tripa a cada uno de sus torturadores varias veces. La sangre lo cubría todo y el color iba desapareciendo poco a poco de sus caras pero Clara solo podía sonreír. Se incorporó con renovadas fuerzas, rebosante de ira y sin miedo esa noche durmió al cobijo de la chimenea nada mas se oculto la luna.
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